No porque las puertas de mi casa
estén abiertas, el universo y
todos sus dioses torcerán tu
camino para traerte aquí,
ni me besaras la frente
como si se tratara de vestales,
ni caerá tu cuerpo dormido
en los brazos de esta
voz triste.
En estas calles llenas de ojos,
de sonrisas alegres de verme
Morir, no tendrán mis manos
tu pulso y así, al compas del silencio,
iré cayendo en mis vacios.
No habrá lunas, no habrá claros,
la noche no tendrá apuros
en dejar de ser negra.
Será el manto sobre mis
heridas, sembrando sobre la piel
sólo finales felices para tu
caravana de muertos.
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