
Eramos ángeles ebrios
Sumidos en las sombras
De una cárcel sin barrotes;
Donde la luz se cuela tenue e imprudente,
Aquí en las alturas de los hombres
Y tan lejos de nuestros dioses.
Prisioneros de la flor de caña,
A las siete que oscurecen;
Cuando la ambrosia te endulza la boca
Y los recuerdos difumina;
Cuando sólo los importares
Danzan luminosos
En la oscuridad de la conciencia.
Como sospechar en ese instante
Que no seremos jóvenes para siempre,
Si en el piso 43 no existe tiempo;
Allí la luz se queda inmóvil
Y el mundo no se vende.
En silencio vemos correr la vida
Totalmente ausentes, sin caretas ni sonrisas;
jugando ser 2 ángeles negros,
A quienes los demonios del ron seducían.