26 de noviembre de 2010












No porque las puertas de mi casa

estén abiertas, el universo y

todos sus dioses torcerán tu

camino para traerte aquí,


ni me besaras la frente

como si se tratara de vestales,

ni caerá tu cuerpo dormido

en los brazos de esta

voz triste.


En estas calles llenas de ojos,

de sonrisas alegres de verme

Morir, no tendrán mis manos

tu pulso y así, al compas del silencio,

iré cayendo en mis vacios.


No habrá lunas, no habrá claros,

la noche no tendrá apuros

en dejar de ser negra.

Será el manto sobre mis

heridas, sembrando sobre la piel

sólo finales felices para tu

caravana de muertos.

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